Las bolsas de basura
May 14 |
Las bolsas de basura
Desde tiempos inmemoriales tengo tendencia a acumular. El minimalismo no es lo mío y mis cajones están llenos de papeles, notas, carpetas, revistas con una fecha determinada, cajas que guardan cajas. En un ataque de orden —los llamo así, ‘ataques’— el domingo pasado me levanté y decidí sacar cajas y ver que había por allí para ponerle un final. Me pregunto si la acumulación de recuerdos en forma de trastos inservibles responde a un apego por el pasado, al miedo al descarte definitivo o al pánico a que se borre de nuestro ser aquello que fuimos pero que ya no somos. Quizá es a las tres juntas. Verlo de frente es el choque de encontrarte a ti escribiendo cosas que ahora ya no tienen que ver con tu vida, tarjetas de negocios que no existen más, listas con tareas de cuando vivías en otra ciudad, bolis que ya no usas y amuletos que daban, quién sabe, mucha suerte. Saqué tres bolsas de basura mientras asumía que todo aquello ya no formaba parte de mí y que había estado tanto tiempo guardado que se había ido antes de que lo tirase —spoiler: de esto te das cuenta después—. Nos aferramos demasiado a lo que fue y nos olvidamos con frecuencia de lo que es. Rescaté un par de billetes de avión, también los diarios y reordené aquellas cajas. Sentí liberación por el espacio, el físico y el emocional, porque ahora hay más hueco para quién soy hoy. Y yo hoy solo quiero quedarme con lo importante, con los importantes, con lo fundamental. Si se vienen malas, eso no se irá y el resto, permitidme que lo diga así, sobra.
Un documentalLlevo mucho tiempo obsesionada con la belleza de lo normal, ya te lo he contado alguna vez. El otro día vi un documental que ya tiene unos años pero que me encantó precisamente por eso. Lo acaban de poner en Netflix y te lo recomiendo por si no lo has visto: ‘Muchos hijos, un mono y un castillo’. Te mueres de risa, te da ternura, tiene ese no sé qué.
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