El sentido
Hace cosa de un mes vi un vídeo de BBVA ‘Aprendemos Juntos’ en el que Emily Esfahani, filósofa y escritora, hablaba del sentido de la vida (merece mucho la pena verlo). Ella lo basaba en cuatro pilares cuya importancia cambia según tus circunstancias personales: pertenencia, trascendencia, propósito y relato. La pertenencia es sencilla de comprender; formar parte de una comunidad, sentir afinidad de grupo, sentirnos acompañados. La trascendencia va de entender que no solo somos seres únicos e individuales, sino que formamos parte de un todo mucho mayor: la humanidad. El propósito trata de cómo podemos contribuir a la vida de los demás y el relato de la forma en que contamos nuestra vida. Estas palabras sonaban algo abstractas en mi cabeza hasta que empecé a conectar los puntos. En las últimas semanas he pensado en mi familia y en mis amigos como una tribu. Nos importamos, nos tenemos, nos cuidamos. He organizado encuentros entre gente muy guay que compartía algo clave: valores. Sigo buscando mi propósito, ahondando en lo que llevo más dentro, mientras he sentido que ‘todo’ es ‘algo más ‘al mirar las estrellas en un monte perdido en Teruel o ante el silencio imperial de un atardecer que me sorprendía. He buscado los ojos de la luna para recordarme que eso, que pase lo que pase, vemos la misma. También me la he tatuado. He escrito mucho. Y he contado mi vida a personas que conocía sin conocer. Quizás el sentido de la vida, no sé, acabe estando en esa mezcla de cosas indefinibles que vamos acumulando en los días y que nos erizan la piel. Quizás esté en alegrarse de la felicidad del de al lado, en sentirte menuda y a la vez enorme en un cielo que es tan calmado como inmenso. Quizás esté en los trabajos que hemos rechazado. O en lo que hemos aprendido las veces que nos han rechazado a nosotros. Quizás sea el esfuerzo por llegar a esa cena de cumpleaños. En un libro que le hemos comprado a alguien que queremos. Quizás sean los trenes a primera hora o los paseos sin mapa. Quizás sea intentar ayudar empezando por escuchar y acabando por darnos cuenta de que no estamos solos por mucha independencia de la que presumamos. Me encanta tenerte a mi lado. Quizás esté en la sonrisa que busca, en la amabilidad sincera. Quizás sea la luna, tus ojos, tú, pronunciando que sí.
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